domingo, 20 de diciembre de 2009


ACERCA DE “CULTURA. ESTRATEGIA PARA EL DESARROLLO LOCAL”, DE PAU RAUSELL






EL ENFOQUE.

El enfoque de nuestro trabajo sobre el libro “Cultura. Estrategia para el desarrollo local” (Pau Rausell, 2007) es el siguiente: tras la lectura del mismo por parte de los integrantes del grupo de trabajo (Toñi Nadal, Joseba Acha y yo mismo), cada uno de nosotros trataremos de analizar desde nuestro punto de vista personal alguno o algunos de los aspectos que nos hayan parecido más interesantes y, tras compartirlos, nos aproximaremos a ellos desde un punto de vista crítico.

Huímos conscientemente del formato reseña-resumen para intentar el debate de ideas entre nosotros y el resto de compañeros del Máster. De ahí su presentación y publicación en éste blog.

INTRODUCCIÓN.

Las relaciones entre la cultura y la economía, y viceversa, ha sido uno de los aspectos que más me ha interesado y sorprendido en el comienzo de éste Máster en Gestión de Políticas y Proyectos Culturales. Desde el seminario de debate con motivo de la presentación en Zaragoza del libro “Ciudades creativas. Cultura, territorio, economía y ciudad.” (Fundación Kreanta), pasando por la charla de Roberto San Salvador del Valle y la intervención de Pau Rausell. Ésta última fue la que nos decidió a elegir el libro (cuya confección ha dirigido en colaboración con otros autores) objeto de éste comentario.

Y dentro de esa cada vez más estrecha relación entre cultura y economía me ha llamado la atención la utilización continua y recurrente de conceptos como creatividad e innovación, que, francamente, me parecían demasiado abstractos y difíciles de definir como para que fueran continuamente invocados como referentes de las políticas culturales y de la nueva economía. ¿De qué estamos hablando? ¿Por qué la economía se interesa tanto por la cultura? ¿Cómo se concretan términos como ciudades creativas? ¿Cómo se fomentan los creadores empresarios y los sectores creativos?

Ese ha sido el objeto de mi interés, indagar en la relación entre cultura, economía, innovación y creatividad. Quiero saber como las políticas públicas pueden “promover o crear” talento.

EL LIBRO.

No puedo dejar de apuntar antes de realizar consideración alguna sobre el libro que su lectura se ve lastrada por una pésima traducción del mismo del catalán al castellano, hecho que me llama especialmente la atención por su nivel académico y por el hecho de que éste publicado por la agencia Española de Cooperación Internacional.

Pasando por alto éste aspecto, el libro dirigido por Rausell ha colmado las expectativas suscitadas en mí al respecto de la relación entre economía y cultura. No hay mucho que decir sobre el hecho de que el estudio se centre en el desarrollo local: es en ese ámbito en el que se formulan la mayoría de políticas culturales y son los entes glocales los protagonistas más activos en volumen económico. Su voluntad “de aportar herramientas de análisis para diagnosticar los enlaces entre cultura y territorio y descubrir las estructuras de las relaciones causales” entre una y otra me parece clave a la hora de establecer políticas culturales.

El libro se dedica a explicar le relación entre cultura y desarrollo, el marco de la acción política cultural en el llamado Sistema Cultural Local, la Agenda 21 como marco normativo (de difícil encaje por el déficit de democracia participativa que se da en la mayoría de sociedades, y en la nuestra en particular), las especificidades del emprendimiento en cultura (punto en el que centraré mi comentario) y dicta la necesidad de crear indicadores para la correcta e ineludible evaluación de las políticas en la materia.

Uno de los aspectos que más agradezco a Rausell es su clara voluntad de huir de los tópicos y los convencionalismos que afectan a la cultura. Su advertencia sobre los peligros del buenismo como virus nocivo en las concepciones sobre la cultura, su interés en la correcta redistribución de lo invertido en la materia cultural, la necesidad de políticas que fomenten las prácticas culturales en la ciudadanía (“es preferible que el 20% de los ciudadanos de la población toquen medianamente bien un instrumento a mantener una sinfónica”), la denuncia del escaso control al que se someten las políticas culturales (y los políticos que las firman) y, sobre todo, el grito a favor de que los ciudadanos sean interpelados y escuchados. A mi parecer, ésta postura es progresista, verdaderamente progresista. La cultura no es la panacea. Es hora de poner en solfa algunos conceptos. En lo que a mí me concierne, he abandonado algunos prejuicios acerca de la dimensión económica de la cultura.

A éste respecto voy a resumir brevemente la experiencia iniciada  por la Caja de Ahorros de Navarra en 2003: la Banca Cívica. La idea consiste en permitir decidir a los clientes de la entidad el destino de la obra social. Los resultados son llamativos:

-          el gasto en cultura pasó del 28% al 5%.
-          el gasto en bienestar, deporte y ocio pasó del 35% al 15%.
-          el gasto en cooperación pasó del 4% al 16%.
-          el gasto en medio ambiente pasó del 5% al 10%.
-          el gasto en discapacidad y asistencia pasó del11% al 34%

Parece que a los clientes de la CAN les parecía un exceso la asignación de recursos a cultura, bienestar, deporte y ocio y optaron por una rebaja sustancial de los mismos. Las partidas beneficiarias fueron, con diferencia, la cooperación, el medio ambiente y la discapacidad y asistencia. Otras partidas no sufrieron cambios reseñables, pero incluso la dedicada a la conservación del patrimonio se redujo en dos puntos (del 6% al 4%).

Parece ser que a la gente, en éste caso, no le interesa tanto la cultura como los gestores pensaban. O al menos la cultura como ellos la entendían.

PREGUNTAS, RESPUESTAS Y UN EJEMPLO (Y UNA COMPARACIÓN ODIOSA)

¿Por qué la economía se preocupa tanto por la cultura?

Para responder a ésta pregunta he acudido a uno de los popes  del pensamiento moderno. Ésta es la tesis de Jeremy Rifkin. En su libro “La era del acceso. La revolución de la nueva economía” (Jeremy Rifkin, 2002) nos explica como el fundamento en el que se basó históricamente la economía capitalista se ha desintegrado con el comienzo del nuevo milenio: las redes y el acceso han sustituído a la propiedad como bienes principales de intercambio. Así, el capital intelectual es el mayor objeto de deseo (de ahí que la imaginación y la creatividad se constituyan en fuentes de riqueza). La propiedad resulta cada vez menos práctica: la vida útil de los productos se reduce constantemente debido a los avances en la innovación tecnológica. Las transacciones se ven sustituídas por alianzas estratégicas y fórmulas mercantiles de acceso (como el pago por visión, por poner un ejemplo). Rifkin afirma que “en el centro del nuevo hipercapitalismo se negocia con el acceso a las experiencias culturales”. Y pone un ejemplo: “el turismo global no es más que le mercantilización de la experiencia cultural”.

Parece que algo ha cambiado: presenciamos el advenimiento del capitalismo cultural. Ya sabemos el porqué del interés de la economía (y de la ciencia económica) por la cultura. Habrá que estar atentos. El capitalismo acecha. Asistimos a la aparición de un nuevo imaginario económico basado en conceptos de difícil definición como creatividad, imaginación o innovación.

¿De qué hablamos cuando hablamos de ciudades creativas?

En el más que interesante libro “Innovación en cultura. Una aproximación crítica a los usos y genealogía del concepto”(Yproductions,2009) encontramos a Charles Landry, un autor que ha sido director de Comedia, un think-tank dedicado a promover políticas de desarrollo urbano. En su libro “The creative city” (Landry, 2000) habla del potencial de crecimiento de las ciudades basado en la creatividad y la innovación:

“las ciudades tienen un recurso esencial: su población. La inteligencia humana, los deseos, motivaciones, la imaginación y la creatividad están reemplazando la ubicación, los recursos naturales y el acceso a los mercados como recursos urbanos".

Que bonito, pero parece todo como un poco vago. Landry afirma que todo esto es un capital latente que hay que estimular adecuadamente. Dice que “ser creativo es un estado mental” y que la creatividad es el estadio anterior a la innovación. No se trata de hacer a la gente más creativa, sino de hacerla creer que lo es. Y la cultura es el camino. La cultura y la educación. Ésta ideología es aplicable a las ciudades, regiones, comarcas, países.

En España, Igor Calzada y Asier Pérez piensan de manera parecida.

Me gusta la idea: la innovación como herramienta para el desarrollo urbano o regional. Así lo defiende Rausell cuando afirma que uno de los grandes retos en el diseño de las políticas culturales reside en la búsqueda de nuevas fómulas efectivas de promoción de la creatividad, de empresas creativas.

 Pero, ¿cómo llevamos ésta idea a la práctica?

Un ejemplo de la cultura de la innovación al servicio del desarrollo regional: el Gabinete de Iniciativa Joven de Extremadura (GIJ).

Éste organismo, impulsado por la Junta de Extremadura, tiene como objetivo promover un nuevo modelo de desarrollo para la región basado en “la capacidad de imaginación, creatividad e innovación de las personas”. Hay que decir que pese a su nombre no plantea restricción alguna en cuanto a la edad, pero si exige que las iniciativas y proyectos repercutan positivamente en la población joven de Extremadura. Plantea dos líneas de trabajo:

-          el asesoramiento y desarrollo de nuevas empresas de carácter innovador.
-          el impulso a una actitud más emprendedora en el pueblo extremeño.

Su sede material se encuentra en la ciudad de Mérida y se trata de una estructura transversal que coopera con otras entidades como la red Extremeña de Desarrollo, la Asociación de Universidades Populares de Extremadura y los Espacios para la Creación Joven  del Instituto de la Juventud de Extremadura. Además, tiene presencia en el tejido asociativo de la región a través de un acuerdo con el Consejo de la Juventud de Extremadura.

¿Cual es el papel de estos nodos? Funcionan como antenas que permiten informar, identificar y ofrecer soluciones a personas con proyectos innovadores.

Extraigo la siguiente cita del libro “Innovadores en Extremadura, un modelo de desarrollo a través de la sociedad de la imaginación”, de Epi Amiguet (Amiguet, 2006):


La Junta de Extremadura ha apostado por el poder de la imaginación como revolución socioeconómica para impulsar el sistema productivo de la región todavía menos desarrollada de España. Un salto o atajo evolutivo –sin haber pasado por la industrialización- gracias a la imaginación aplicada a la innovación sin que ésta tenga que ser necesariamente de base tecnológica”.


Así pues, el GIJ sigue un modelo en el que la culturase usa como herramienta económica, es decir, en el que las prácticas culturales se ponen al servicio de otros intereses. Es lo que llamamos  cultura de la innovación.
Con el fin de incentivar ésta cultura de la innovación se puso en marcha plan “Extremadura, sociedad de la imaginación”, unas campañas de imagen y comunicación que pretendían despertar una conciencia creativa en los ciudadanos de la región.

En conclusión, se trata de una línea estratégica de la Junta de Extremadura de carácter transversal que tiene como objetivo fomentar el desarrollo regional a través del emprendimiento. Su finalidad es “estimular la capacidad de soñar, imaginar, crear e innovar, lo que, junto a la información y el conocimiento compone una potente mezcla que, bien aprovechada, puede ser decisiva en el desarrollo cultural y económico de la región”.

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS.

Para finalizar voy a mencionar otro ejemplo de cultura de la innovación al servicio del desarrollo regional: la Concejalía de Innovación y e-Gobierno del Ayuntamiento de Cáceres. Su funcionamiento, herramientas y fines son similares al GIJ, pero trabaja para un fin específico: que la candidatura de Cáceres 2016 sea un acicate para la regeneración social y económica de la región.

Igual que aquí. Zaragoza 2016.

Fernando Cuadrado.
Zaragoza, 16 de diciembre de 2009.

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