Para comprender que es la dimensión simbólica vamos a partir de la definición de cultura que da William H. Sewwl, Jr, como un conjunto de mundos culturales concretos, ámbitos específicos y bien delimitados de creencias , valores y prácticas, este enfoque de la cultura llevó a Clifford Geertz y John B. Thompson a la concepción simbólica de la cultura, como el conjunto de hechos presentes en una sociedad, la organización del sentido, mediante significados históricamente transmitidos y encarnados en formas simbólicas, en virtud de las cuales los individuos se comunican entre si y comparten sus experiencias, concepciones y creencias. Pero ¿qué es lo simbólico? según Geertz, es el mundo de las representaciones sociales materializadas en formas sensibles, pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos, relaciones, modos de comportamiento, prácticas sociales, usos y construmbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, la organización del espacio y el tiempo en ciclos festivos... en definitiva un conjunto de procesos sociales de significación y comunicación.
La dimensión simbólica es una herramienta clave para que un territorio sea competitivo, pero para ello debemos transformar las oportunidades de desarrollo de un espacio, hemos de ser capaces, a través de las políticas culturales de manipular el significado cultural de un territorio, para ello es imprescindible conocer cuales son los ámbitos sujetos a la planificación cultural: -el patrimonio histórico, artístico, arqueológico y antropológico. -la imagen externa del territorio. -capacidades productivas en el ámbito de la artesanía, la industria y los servicios. -el ambiente físico que comprende el patrimonio arquitectónico, el paisaje y la topografía del territorio. -la calidad de los espacio públicos. -los negocios de la actividad recreativa, de ocio y cultura. -las tradiciones locales de vida asociativa y sociabilidad. -los hobbies y las prácticas de los residentes. -las culturas juveniles, de la minoría y de otras comunidades de interés. -las artes plásticas, los espectáculos y las industrias culturales. en definitiva es una enumeración de una serie de recursos culturales, con los que cuenta un territorio y que pueden convertirse en recurso económico, por ejemplo, el patrimonio que es un producto de dinámica construcción social, no tendría sentido conservarlo sin hacer uso y consumo del mismo con un discurso que le de sentido.
Estos son algunos discursos que la dimensión simbólica utiliza para el desarrollo: promoción de la paz frente a la violencia, la igualdad de género, el respeto a la diversidad, la libertad de expresión, la participación, la cooperación, la preservación del paisaje... todos ellos elementos imprescindibles en una sociedad que proporcione al ciudadano calidad de vida.
Toda esta teoría la encontramos en la ciudad de Berlín, una ciudad histórica europea, ofrece un espectacular escenario de historia a través de la arquitectura, el urbanismo y sus monumentos fácilmente identificables. Es llamativa su forma de vivir la historia como forma de entender y proyectar el futuro, rinde tributo a los acontecimientos históricos que explican el presente tanto como una obligación moral como una necesidad social. El lugar apela tanto al presente como a la memoria, en esta acción intervienen los sentimientos sobre los recuerdos. En Berlín destaca la importancia que se le ha dado a la tradición cultural, al respeto al saber y al conocimiento y a la consideración de la diversidad cultural ciudadana que compone la sociedad.
El sentido de permanencia y la firmeza de estos valores con los que se proyecta la sociedad al futuro se manifiesta en la aportación de cada proyecto público al sentido de lo poético y lo simbólico.La cohesión social tiene que ver con la capacidad de la dimensión simbólica de convertirse en argasama social, permitiendo así proyectos conjuntos.
Berlín cumple los cuatro atributos que se vinculan a la cohesión social: Identidad, inclusión, cohesión y diversidad. La conformación de ciudades multiculturales consiste en la idea de que todas las formas de expresión cultural deben se equiparables, esta circunstancia otorga un valor añadido al espacio urbano pues se convierte en un espacio tolerante, capaz de adaptarse y promover la innovación social con evidencias claras de un efecto multiplicador sobre la economía de las ciudades.
¿por qué nos seguimos negando a la multiculturalidad? Un estudio del Instituto de Economía Mundial de Hamburgo probó mediante estudios empíricos que la diversidad cultural de la población tiene efectos positivos sobre el desarrollo económico, estos resultados son notables cuando los inmigrantes se nacionalizan, se eliminan así la barreras funcionales y legales para acceder a empleos, posibilita el mejor aprovechamiento de sus posibilidades y reduce los costos de integración. La educación, capacitación y perfeccionamiento profesional, redunda en una mayor productividad y en un conocimiento de la lengua así como del país y su gente, el inmigrante tiende a sentir y actuar como autóctono.
La multiculturalidad en Europa es considerada con frecuencia como algo negativo, aprovechar la diversidad cultural para lograr un mayor desarrollo económico es una de la principales tareas del futuro.
Necesitamos crear nuevas referencias que nos permitan construir el porvenir, más y mejores oportunidades de aumentar el capital social, para generar riqueza e incrementar así nuestra calidad de vida. Pero debemos tener en cuenta que 2+2 no son siempre 4, la manipulación de la dimensión simbólica ha de hacerse con sumo cuidado puesto que estamos trabajando sensaciones y emociones de los individuos, esto se convierte en un ejercicio especulativo de resultados inciertos que pueden desatar procesos incontrolables y consecuencias indeseadas si no se tiene en cuenta que cada ciudad es una obra de arte irrepetible e inimitable.